#ElPerúQueQueremos

Suri con una de sus crías tantas veces muertas 

Ya va ladrar Dingo Dango

La perra vida de Suri, madre fracasada con un ¡por fin! mamá exitosa 

“la familia frustrada, ya ni le dábamos importancia, y todos gritándola, despreciándola a la esperanza Suri, “todavía era machito”, decíamos, maldiciéndola porque no hiciera prosperar a ninguno de sus cachorros. Sin comprender su dolor de madre perra, porque no veíamos lágrimas, nunca escuchamos lamentaciones…”

Yonel Rosales Caballero 

Publicado: 2014-09-14

Cuando llegó era casi un bodoque rechoncho, en sí era una. Perrita que ahora es perraza, está tremenda. Cuando tiene que mover la cola o se excita cuando de casualidad la visito, tiene que esforzarse con todo el cuerpo porque es gorda y pesada. Aquella cachorra, confundible con un hermoso peluche de vida propia, hoy se ha convertido en una maciza carroñera del montón, a quien difícilmente la levantarías, si acaso lo intentaras. De color entero, sin variaciones, ¿caramelo, melón?, creo le asienta el beige oscuro. Su único defecto es que no es juguetona, así como me gustan, es una dócil perra que más parece lorna. La familia la bautizaría como Suri, por eso cuando llego a casa la llamo Suricata, porque me recuerda a la serie de suricatas del África, que antes disfrutaba ver en Nat Geo.  

Ella es una frustrada madre. Frustración que se traslució en odio, luego comprensión en el seno familiar. Cuando solo era cachorra, todos alucinamos con sus crías. El más audaz del hogar, escolar de primero de secundaria, Capacho por tradición familiar, Erick, ya había sacado cuentas y ganancias con la venta de los futuros cachorros. Por eso cuando tuvo sus primeros celos, todos se preocuparon por escoger un buen macho. Había una jauría de más de una docena esperando en la puerta, ellos, de perros rabiosos convertidos en melosos animalitos convenidos, pretendiéndole caer bien a los dueños de Suri. Hasta tres pretendientes habían sido nuestras elecciones, pero no la de Suri; cuando los encerrábamos en el patio, ella se ponía brava y mandaba rodar al perro, este como buen caballero, sabían entender e insistir en el cortejo, al cabo no lo consiguieron ningunos y nos rendimos; no íbamos a imponerle al padre de sus hijos. A los pocos días veríamos a Suri atada entre rabos con un achacoso perro. Aún así, manteníamos la expectativa por los futuros cachorros, de los ocho que somos en la familia, la mayoría estimaba que habría entre ocho a diez crías, dado al tamaño de Suri y su panzota, yo, lanzaba mis cálculos a cinco. Ni lo uno ni lo otro. Solo nacieron dos, ¿vivos o muertos?, no lo sabemos. Lo cierto es que la perra cuidaba recelosa, rabiosa esos dos cuerpos fríos. A mí que soy el foráneo, me desconoció, no me permitía ni siquiera asomarme bien a su cubículo. Había un odio y yo empecé a odiarla, a rechazarla, a resentirme con ella. Ya no la quería más.

Siempre que volvía a dar luz, pasaba lo mismo, yo era el desterrado, a mí era a quien debía mantener a raya o quizás creería que era el culpable de que sus crías nacieran ¿muertas o vivas?, lo cierto es que hasta en tres, cuatro o cinco o más veces, se repitió lo mismo. Ella, lamiendo con pena un cuerpo frío o dos, con los ojos cerrados y pequeñita lengua de seda rosada saliéndole por entre los dientecitos filudos. Y todas las veces la familia frustrada, ya ni le dábamos importancia, y todos gritándola, despreciándola a la esperanza Suri, “todavía era machito”, decíamos, maldiciéndola porque no hiciera prosperar a ninguno de sus cachorros. Sin comprender su dolor de madre perra, porque no veíamos lágrimas, nunca escuchamos lamentaciones, la despreciábamos por mala. Hasta que nos cansamos, acabaríamos con la frustración, ya no más perros y menos a montones en el zaguán, estábamos hartos, la decisión de matar antes fue tomada, una inyección.

Esta inyección debía esterilizarla y así fue, cumplió sus propósitos. Empezamos a querer nuevamente a Suri, volvió al hogar. Hicimos las pases. Halagamos su importancia, cuántas veces espantó a los ladrones. Su incondicional cuidado, cuando salíamos todos, siempre que la ordenábamos vuelve a casa, ¡no nos sigas!, era obediente y venía al dulce hogar, a resguardarlo con sus feroces ladridos que parecen de perro macho, bravo. Un día le agradecería, gracias Suri, sorprendido porque el perro que no ladra ya me tenía como apetecible presa, me iba a morder en la pantorrilla y de sorpresa. Se trataba de Chance, un perro vecino, cuando llegaba una tarde soleada, estaba recostado a un lado de la pista, pasé sin advertirlo. A unos metros de mi otra casa, vi a Suri, correr con sus ojos puestos a mis piernas, en posición de ataque, como si me desconociera, como si fuera a cumplir sus amenazas de madre parturienta. Me armé de valor para protestar, ¡qué te pasa Suri!, la grité, y no paró. Hasta que escuché un pequeño quejido del otro perro, Chance, iba a morderme por traición, iba a acuchillarme sin cuchillos, pero con sus punzantes caninos, por la espalda, y Suri, venía a salvarme. La quise más a esa perra.

La quise más el último viernes por la noche. Le estuve agradecido porque me permitiera acariciar a su pequeña criatura, producto de una canita al aire; temía que se pusiera brava e intentara apartarme, como tantas veces lo hizo de sus crías muertas. ¿Qué había pasado, no era que Suri, estaba esterilizada de por vida?, no sabemos, ¿le sacó la vuelta a las inyecciones?, sí, ¿un milagro de los dioses del reino de los perro?, no sé. Sorprendió al hogar hace poco más de un mes. A mí me sorprendió, no podía creer que por fin Suri, sea madre exitosa por primera vez, no sabía que ya había dado cría y que esta vez no murió. Todos están felices en casa con el nuevo integrante Dingo Dango o Dango Dingo; el orden de los factores no altera el producto, peor aún su color oscuro. Es un negro, negrazo, al igual que sus hermanos muertos, con el distingo, tiene un pedacito blanco en el hocico. Ya mueve la cola, aún no aprende a jugar muy bien, es timorato, de repente por la sobre protección de Suri; apenas oye un gemido de su engreído, sale atenta y amenazante de su madriguera. De eso se aprovecha el mocoso de Erick, lo hace llorar, gemir aplastándole la puntinta fría de su hocico, y al instante sale molesta su madre, ¡qué pasa con mi hijo carajo!, supongo debe decir la perra, pero baja el tono, moviendo la cola y suplicando porque no le hagan nada a Dingo Dango. Al un poco desconocido tío Darío, Suri, ya le puso las cosas en blanco y negro, las cosas en claro, ¡no tocas a mi hijo! Cuando se acercaba a acariciarlo, le saltó con un potente refunfuñar, casi lo muerde, debieron intervenir los demás. Él, otro timorato, no quiere saber nada más del cachorro.

Ya sacamos cuentas, de lo juguetón que será este Dingo Dango, cuando crezca muy pronto. Curioso nombre que me es familiar, me recuerda a la canción de las últimas partes de cada capítulo de la serie Clannad, un anime, que te hace sentir cosquillas raras desde el ojo por las mejillas hasta que la gota reviente, con breves intervalos de suspiros y una duradera pena pensativa. Con la historia de Kotimi, Nagisa y Okasaki, ¿ves lo que provocas Kotomi?, la más guapa. Estos hilos descocidos, distintos de Dango Dingo y Dango de Clannad, ya me han despertado la ilusión por escuchar los prontos ladridos del pequeño Dingo Dango, con quien de seguro corretearemos, así como jugábamos con Shiru, a quien un día le dieron veneno y no sabemos más de sus huesos desde que se fue en el carro compactador. También sus huesos favoritos que solía roer mientras no jugaba, aún están abandonados, escondidos en algún lugar de la tierra movediza a la espera del dueño que jamás volverá.

Sin duda, de todos los animales en la tierra, los más hermosos son los canes. A quien no le importa que estés molesto o triste, ellos, siempre estarán incondicional para su amo o para quien solo lo quiera, moviéndole la cola. Yo no tengo perro que me ladre, Zuri, Dango Dingo, Shiru, solo son prestados. Claro, uno quisiera tener un animalito de estos, solo que no se puede en casa ajena, por mientras, a juguetear con prestadito no más.


Escrito por

Yonel Rosales Caballero

Trepar árboles, manejar bicicleta y jugar con los canes; y malograr el día a los políticos, de vez en cuando. Nada compatibles.


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De todo un poco? y también quizás de política